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1 de diciembre de 2020

Madrid, castillo famoso (Primera parte)

Por Eduardo Valero García

    Fundada entre el 850 y el 886 por el emir de Córdoba, Muhammad I, el viejo Mayrit se configurará a partir de una alcazaba que dará paso al Alcázar, con Almudena y Medina. Hacia el 934, después de la supuesta reconquista por Ramiro II (932), el califa Abderramán III tomará la ciudad y reconstruirá sus defensas. 
 
Madrid, castillo famoso
Que al rey moro alivia el miedo… 
 
    El primer recinto tenía una superficie de entre 3,5 y 5 hectáreas. La longitud de la muralla alcanzaba aproximadamente 980 metros y disponía de tres puertas de acceso: la de Xagra, de la Alvega (de La Vega) y Arco de Santa María o de la Almudena (calle Mayor). En su interior, una mezquita (después iglesia de Santa María), la cava del Alcázar (actual plaza de la Armería), un arroyo y un entramado de calles estrechas y sinuosas, dos de ellas principales, algunas con pendientes pronunciadas, y todas de tierra. 
 
    El segundo recinto es de los tiempos de Abderramán III, quien refuerza sus muros y torres, ampliando a su vez el perímetro de la plaza fuerte. La nueva muralla contará con otras puertas partiendo desde la de La Vega, siendo estas la Puerta de Moros, Puerta Cerrada, Puerta de Guadalajara, Caños del Peral y Puerta de Valnadú. 
 
 
 
Primitivo alcázar medieval 
    El primitivo alcázar medieval nace como fortaleza defensiva aprovechando parte de la muralla que, a la vez, va ampliando su perímetro. Esta muralla cristiana se comenzará a construir a finales del siglo XI y principios del XII. 
 
    Contaba con dos torreones rectangulares y otro semicircular. Por uno de los primeros se accedía al recinto. Sobre el lienzo que marcaba una abrupta pendiente hacia el Manzanares, se levantaban cuatro torreones semicirculares, dos de ellos esquineros y más robustos, visibles en muchas de las ilustraciones y planos conocidos. 
 

    Al norte, la muralla era más corta y, al parecer, sin torres ni cubos. El muro oriental era oblicuo y compuesto por dos torreones semicirculares. Dentro de este perímetro, apoyado en los muros del lado occidental y septentrional, se encontraba el primitivo castillo con un gran patio de armas. La desaparecida iglesia de San Miguel de Sagra quedaba fuera del recinto. 
 
 
Primeras Cortes y reformas del Álcazar 
    Para los reyes cristianos Maidrit será baluarte defensivo, pero a partir de Pedro de Castilla, y posteriores reyes de la dinastía Trastámara, el recinto amurallado y su Alcázar pasarán a tener la condición de residencia esporádica. En 1301, 1309, 1327 y 1335 se celebrarán las primeras Cortes, convocadas respectivamente por los reyes Fernando IV (el Emplazado) y Alfonso XI (el Justiciero). 
 
    Muerto Juan I de Castilla, en 1391 se celebran Cortes para afianzar el gobierno del nuevo rey Enrique III (el Doliente). En 1393 hubo una segunda por la mayoría de edad del citado Enrique. 
 
    También habrá Cortes; en 1406, para afianzar el reinado de Juan II, y en 1419, por su mayoría de edad. En 1433, este rey las convocará en Madrid desde Ciudad Rodrigo; tal será la afluencia de nobles y cortesanos que la Villa se les quedará pequeña. Juan y su séquito deberán pernoctar en Illescas, y como comprenderéis, aquello le molestó bastante; por tanto, se ordenará el desalojo de viviendas en Madrid para la instalación de la Corte. Los pobres madrileños desalojados tuvieron que trasladarse a aldeas vecinas. Esto será el caldo de cultivo de un futuro ardid: las casas a la malicia. 
 
    En el siglo XV, el perímetro del Alcázar se expande hacia el exterior por el norte, este y sur con la construcción de un antemuro, foso y puente. El antiguo templo de San Miguel de Sagra queda integrado a la fortaleza. 
 
    Enrique III iniciará las obras, pero con Juan II y Enrique IV, el Alcázar se consolidará como una de las más relevantes residencias de los reyes de Castilla y adquirirá la condición de «Alcázar o Castillo Real».
 
    Juan II lo adaptará al gusto del siglo XV, convirtiéndolo en regio palacio donde reunirse las Cortes de Castilla y para residencia por largas temporadas. Acometerá importantes reformas, dotando al palacio de mayor espacio, aunque manteniendo su planta con patio central y torres. De esos tiempos es la Capilla Real (1434), levantada en el muro oriental del patio de armas. A este monarca se le atribuye la construcción en el ala norte, ocupando todo ese flanco, de la sala protocolaria llamada «Quadra Rica» o «Sala Rica», futura sala de los Habsburgo. 
 
 
    Por su parte, Enrique IV tuvo predilección por este remodelado Alcázar y también celebró allí una gran fiesta por su casamiento con Juana de Portugal. A pesar de no ser su residencia permanente –no lo era en esos tiempos para ningún monarca-, a Enrique le gustaba Madrid y fue él quien le concederá el título de «noble» y «leal». 
 
    Recordemos que en 1462 nació en el Alcázar su hija Juana, la Beltraneja, presente en la historia del regio edificio durante la guerra de sucesión entre esta e Isabel la Católica. A Enrique IV le tocará hacer nuevas obras después del terremoto de 1466, que afectó parte de la estructura del edificio. 
 
    Desde el fallecimiento de Enrique IV, acontecido en diciembre de 1474, Madrid se convertirá en escenario de luchas entre los partidarios de Juana (la Beltraneja) y los de Isabel I (la Católica). En 1476, la amurallada Villa y su Alcázar sufrieron grandes daños; los madrileños huirán extramuros y los juanistas, parapetados en la fortaleza, resistirán el asedio isabelino hasta septiembre de aquel año, cuando se rendirán. 
 
    El 1 de marzo de 1477, los Reyes Católicos entrarán en la mermada Villa, mas no residirán en el Alcázar, sino en las casas que Pedro de Castilla (de su hijo Pedro Lasso después) tenía en la entonces plaza principal, la de la Paja. 
 
    Asegura José Manuel Castellanos Oñate que los reyes pasarán largas temporadas en Madrid, «algo más de mil días», destacando una estancia en 1494 que se prolongará por ocho meses. Y es que desde 1486, los monarcas no habían vuelto a la Villa. 
La visita más sonada ocurrirá en marzo de 1502, cuando fueron recibidos la princesa Juana y el archiduque Felipe en su paso hacia Toledo para jurar la heredad al trono. 
 
    La última vez que Isabel visite Madrid será en el verano de 1503, del 15 de julio al 4 de agosto. Con esta sumará nueve estancias desde 1477, durante las cuales, firmó una gran cantidad de cédulas y provisiones en beneficio o detrimento de la villa del Manzanares. 
 
    Desde 1510 hasta 1515, el rey Fernando estará en Madrid en cinco ocasiones; dos de ellas en el año de 1510, siendo la más importante la comprendida entre el 24 de septiembre y el 3 de noviembre, cuando la villa se preparaba para el juramento del príncipe Carlos como heredero al trono. Ceremonia que se verificará el 6 de octubre en los Jerónimos. 
 
    En cuanto al Alcázar, también a los católicos reyes les tocará realizar varias obras de mejora, siendo la primera conocida la acometida el año de 1493 por un valor de 300 000 maravedíes. En 1502 destinarán 60 000 maravedíes para obras de carpintería y posteriormente otras inversiones, incluso después de fallecida la reina católica (1504), residiendo de forma esporádica el rey Fernando, dando cuenta de un desembolso total de 154 174 maravedíes para reparaciones del casi desvencijado edificio en el periodo comprendido entre 1510 y 1511. 
 
 
 
 

30 de noviembre de 2020

El Madrid medieval. Homenaje a José Manuel Castellanos Oñate

Por Eduardo Valero García 

 

    Las V Jornadas madrileñas de novela histórica recorren Madrid desde Complutum hasta el siglo XX. La sección correspondiente al Madrid Medieval no puede estar mejor representada que por José Manuel Castellanos Oñate, uno de sus más relevantes y activos investigadores.

José Manuel Castellanos Oñate durante su conferencia Las murallas medievales de Madrid: Paseo virtual, impartida en la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País el 21 de octubre de 2019 (Fotografía: Andrés Molina González)

    Castellanos Oñate, Licenciado en Arquitectura, profesor de Enseñanza secundaria, es especialista en investigación y documentación de la historia medieval de esta villa matritense. Sus trabajos han sido publicados en revistas de historia, en los Cuadernos Medievales (Universidad Nacional de Mar del Plata. República Argentina) y en los Anales del Instituto de Estudios Madrileños, entre otras publicaciones. Además, ha participado en conferencias y rutas guiadas.

Ruta guiada por el Madrid medieval junto a miembros del grupo Historias matritenses. De iquierda a derecha: Belén Montilla, Malele Caro, Eduardo Valero y Nieves Vidal.

    Hombre tranquilo, sencillo y amabilísimo, viene ofreciendo sus conocimientos desde hace años a través de una importante variedad de libros y artículos que muestran aquel Mayrit casi desaparecido; ese Madrid del que en ocasiones aparecen vestigios al horadar el suelo la piqueta municipal o privada. Es en esos momentos cuando el “maestro” del medievo madrileño lucha por la conservación y señalización de los elementos arquitectónicos resurgentes de la primitiva ciudad. En esta tarea de defensa del patrimonio le acompañan, entre otros, los miembros de La Gatera de la Villa, emblemática revista online dedicada a temas madrileños. 

    Algunos de los libros de José Manuel comparten autoría con la conocidísima investigadora Isabel Gea Ortigas, y con las excelentes ilustraciones de Pedro López Carcelén. Pero otros, de única autoría, son indispensables para conocer no sólo los orígenes de la ciudad sino también de los madrileños de antes; me refiero a su obra 40 Linajes Madrileños, libro editado en 2017 por la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía y el Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid. 

    Su labor incesante de investigación suma excelentes recreaciones, minuciosas y exactas, sobre edificios desaparecidos; es el caso de la primitiva mezquita, después iglesia, de Santa María de la Almudena. 

    Muchos de estos conocimientos están al alcance del lector en su blog El Madrid Medieval, su canal de YouTube y también desde su página personal de Facebook. 

    Antes le definía como un hombre tranquilo, sencillo y amabilísimo, ahora añado su modestia, porque siendo tan versado en la materia, jamás dará muestra de ello sino a través de su obra; cualidad ausente en estos tiempos de autovaloraciones tan rimbombantes como las de “experto”, “el que más sabe de…” y otras medallas que poco lucen. Para muestra, estas palabras suyas escritas en Memorias medievales de Madrid (2013): 

Cuando Madrid me propuso que yo escribiese, a su dictado, unas memorias medievales que tenía intención de sacar a la luz, me sentí halagado. Yo carecía de méritos suficientes para tal encargo, pues no creo que unos pocos cientos de páginas publicadas fuesen credencial bastante para merecer la confianza que mi villa me brindaba. Supongo que lo hizo, simplemente, por poner la empresa en manos de alguien lo bastante inexperto como para que no se atreviese a corregirle la plana en sus recuerdos. A pesar de todo, acepté encantado. Lo que a continuación podéis leer es el relato, palabra por palabra, que Madrid me dictó y que yo, fiel notario, os traigo aquí sin añadido ni enmienda. Mi trabajo, largo pero entrañable, acabó con el último punto final de estas páginas. Ahora que las tenéis delante -yo echo de menos, sin embargo, la gracia y la pasión con que Madrid las desgranaba-, permitid que os las recomiende encarecidamente. 

    Y parece que Madrid continúa animándole en esa apasionante tarea de rescatar su historia y de quienes formaron parte de ella. Así es que su última aventura -porque aventura es para un investigador ir más allá de lo historiado-, ahonda en la historia y andanzas de la capilla de Santa Ana, de la iglesia de Santa María. 

    Castellanos Oñate, inmerso en antiguos papeles de archivos, ha seguido la pista de la capilla hasta conseguir llegar al lugar donde están enterrados sus fundadores, Juan de Vozmediano y Juana de Barros, en la Sacramental de Santa María. Ya no existen las lápidas, pero el incansable y riguroso investigador localizó el punto aproximado bajo el cual reposan sus restos. Dicho así, tal y como me lo contó el protagonista del hallazgo, resulta emocionante.

    Para la Asociación Verdeviento, y para quien suscribe, poder rendir en las presentes Jornadas un homenaje a José Manuel Castellanos Oñate representa un gran honor, además del justo reconocimiento y muestra de agradecimiento por la valiosa obra que nos ofrece.

José Manuel Castellanos junto a miembros de La Gatera de la Villa y de la Asociación Verdeviento brindando en 2017 (De izquierda a derecha: Mario Sánchez Cachero, Eduardo Valero, Pablo Aguilera y Carolina Molina. (Fotografía: un camarero de El Madroño)

 

Os invitamos a conocer y disfrutar del trabajo de Castellanos Oñate a través de los siguientes enlaces a sus publicaciones. Para acceder, clicar sobre las imágenes. 

 

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