7 de diciembre de 2020

El Madrid de la Restauración

Por Carlos Mayoral

    Cuando Carolina Molina, una de los organizadores de estas jornadas, me ofreció participar en estas jornadas, supongo que ambos sabíamos que la figura de Galdós flotaría por el texto. Primero, porque ambos somos furibundos amantes del canario. Pero, sobre todo, porque se trata de un dragón con dos cabezas: Madrid es Galdós y Galdós es Madrid. Si tenemos en cuenta que el autor canario, además, es un hijo del XIX, por lo que amó el primer medio siglo y por lo que vivió en el segundo, era inevitable tratar la centuria en estas jornadas. Y es que hay una ciudad previa a la llegada de Galdós en 1862, poblachón manchego, de polvareda en el camino y tierras sin desamortizar, y un Madrid posterior, urbe cosmopolita, de ambiente cultural extraordinario, moderna y sutil. 

 


 

    El Madrid que hoy conocemos se construye en los años que Galdós pasa en la ciudad, es decir, entre 1860 y 1920. Es el Madrid que crece bajo el río por el sur; que se enriquece al otro lado del camino que llevaba a la fuente Castellana, hoy conocido como la avenida homónima, por el este; que rebusca más allá de Cuatro Caminos por el norte; y que persigue la vida universitaria más allá de la avenida de la Princesa por el oeste. Por suerte, la ciudad tuvo un cronista perfecto para glosar esa metamorfosis. Permitan que les hable de algunos lugares simbólicos para esa época de Restauración y galdosismo que tuve la oportunidad de estudiar para mi novela Un Episodio Nacional (Espasa, 2019). 

    Cuando ideaba la trama de la novela, me encontraba con que los mapas de Madrid cambiaban sustancialmente con apenas cinco años de diferencia. El Madrid del año 1880 no se parece ya al del 85, ni este al del 90. Y no sólo por las manzanas que de la noche a la mañana ensanchaban la ciudad, sino también por las instituciones fundadas ya entonces y que, como podrán ver, en muchos casos todavía siguen en pie hoy. Así que he elegido los diez emplazamientos que me sirvieron para dar fe de este crecimiento y esta modernización, diez lugares por los que paseaba el Galdós que yo imaginé, diez lugares icónicos dentro de aquella Restauración que traería consigo varias décadas de prosperidad, de cierta estabilidad, y sobre todo de descanso para una primera mitad de siglo absolutamente desenfrenada. Allá vamos. 

La cárcel Modelo 
    Hoy desaparecida, la cárcel Modelo de Madrid se situaba aproximadamente en el lugar que hoy ocupa el Cuartel General del Ejército del Aire. Se empezó a construir en los años 70, esto es, en plena Restauración, con el objetivo de centralizar en un solo edificio toda la actividad que se daba en los pequeños calabozos que habían salpicado la ciudad hasta entonces. Será un lugar bastante frecuentado por Galdós, pues por todos es sabido que le gustaba mezclarse con los elementos narrativos que más tarde utilizaría en sus novelas, y por la Modelo y alrededores pululaban toda clase de rateros y maleantes, lo cual aprovechó el canario para pasear por allí y empaparse de andares y costumbres. Además, allí fue testigo del ajusticiamiento que se relata en Un Episodio Nacional, una condena a muerte por garrote vil de Higinia Balaguer, en el año 1890. 
 
Plaza de Colón 
    También fue construida en la época de apogeo galdosiano, en concreto en los años ochenta de aquel siglo XIX. Allí se erigió la estatua del almirante que hoy conocemos, y debió ser testigo de primera mano nuestro Galdós, puesto que para entonces vivía allí, en el 3º izquierda de la Plaza de Colón número 2, la esquina con la Ronda de Santa Bárbara (en la actualidad conocida como calle Génova). Este sería su domicilio entre los años 1877 y 1892. 
 
Hipódromo de la Castellana 
    Otro de esos lugares que renovó la estética social del Madrid de la Restauración. Fue inaugurado por Alfonso XII en el año 1878, y desde el primer momento se convirtió en un punto de encuentro para los distintos estratos de la sociedad madrileña. Allí se daban cita desde el proletario que agitaba la gorra en la explanada bajo el tejado de hierro fundido hasta el burgués que se acomodaba en la tribuna. A modo de curiosidad, unos cuantos años más tarde, en 1902, el recién instituido Real Madrid Club de Fútbol jugaría sus partidos de local en este recinto. 
 
Plaza de toros de Fuente del Berro
    Se trata de la precursora de la actual plaza de toros de Las Ventas, sita relativamente cerca, en el actual Palacio de los Deportes o WiZink Center. Se construyó en los años setenta del XIX, y sirvió para dar cobijo a los madrileños que acudían a la fiesta del toro, como se decía entonces, hasta que la Monumental la sustituyó en 1934. Sobre si Galdós fue taurino o no, por cierto, se han escrito centenares de teorías. Si quieren la opinión del que aquí escribe, y pese a ser don Benito un amante confeso de los animales, lo que cree es que nadie sabe si esa pasión de Galdós por la tauromaquia existía. 
 
Café Gijón
    Construido justo en el lapso de tiempo narrativo que recorre Un Episodio Nacional, es decir, 1888. No podemos olvidar que el XIX es el gran siglo de los cafés, como bien reflejó Galdós en sus distintas novelas. El propio escritor canario fue un asiduo visitante de este Gran Café de Gijón, donde acudía a la tertulia literaria que desde aquella época se mitificaría, en el mismo local que ocupa hoy en el paseo de Recoletos. Por allí pasarían más tarde todas las superestrellas de la época, desde Valle-Inclán hasta Ortega, desde Ramón y Cajal hasta Jardiel Poncela. 
 
El Mercado de la Cebada 
    También construido en las décadas aquí reflejadas, vino a ofrecer un tejado a la actividad mercantil que ya venía creciendo en el barrio, sobre todo en la propia plaza de la Cebada. Para Galdós, estos pequeños mercados que fueron proliferando en la época, véanse el de los Mostenses, levantado en 1875, o el de San Miguel, algo más tardío, fueron utilizados en multitud de novelas como punto de encuentro para las familias, como un catalizador social del pueblo. Además, a menudo los trabajadores ejercían un poder extraordinario sobre las élites, con sus huelgas inquebrantables. 
 
Estación del Mediodía 
    La actual estación de Atocha, pese a que había servido como apeadero años antes, no será ideada como la estación central que es actualmente hasta los años ochenta del XIX. Las obras corrieron a cargo de un discípulo de Eiffel, el gran Alberto de Palacio, y duraron varios años. Una vez construida, el edificio fue considerado como una de las grandes obras maestras de la arquitectura decimonónica, así como la más amplia estación ferroviaria de Europa, que cambió para siempre ya el sentido del tránsito de la ciudad. 
 
Parque del Buen Retiro 
    Pese a que el mítico parque madrileño tiene su origen siglos atrás, sobre todo como área de recreo para los reyes de la época, no será hasta la llegada del Sexenio Democrático, en los años setenta del XIX, cuando el recinto pase a ser propiedad municipal, con el consiguiente cambio en su fisionomía que supondrá este hecho. La construcción de varias puertas, la definición de varios de los caminos que hoy lo cruzan, la proliferación de estanques y rías artificiales, el pabellón Árabe, el palacio de Velázquez y el palacio de Cristal fueron avances que se llevaron a cabo en el entorno del parque durante aquellas décadas de los setenta y ochenta. Aunque quizá el paso más significativo sea la libre circulación de personas, que convirtieron el parque en uno de los símbolos de Madrid. 
 
Ateneo de Madrid 
    Otra institución que dio lustre cultural a una ciudad en efervescencia. El actual edificio, sito en la calle del Prado, data de 1884, y fue inaugurado por la estrella de la Restauración, es decir, por Cánovas del Castillo, ante la presencia de todos los literatos que veían en aquel prodigio modernista un espacio ideal para sus exposiciones y conferencias. Galdós sería uno de los muchos escritores que harían del Ateneo un espacio mágico dentro del ambiente artístico de la ciudad. 
 
Teatro Lara 
    Construido en 1880, este teatro será uno de los tantos que proliferarán en la Restauración, en este caso para dar cabida sobre todo a obras del llamado género chico. A él acudiría en innumerables ocasiones el maestro Galdós, gran seguidor como era de Carlos Arniches. Otras salas abiertas en esta década fueron el teatro Maravillas, el teatro de verano Felipe, el Barbieri, el de la Princesa (hoy María Guerrero) o el Recoletos. No es de extrañar, por tanto, que fuese en semejante contexto donde creciesen figuras como José Echegaray, Jacinto Benavente, los hermanos Álvarez Quintero o el propio Benito Pérez Galdós.
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
Carlos Mayoral
 
 
 
 

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