7 de diciembre de 2020

"La reina del exilio". Entrevista a Herminia Luque

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HERMINIA LUQUE

 

    Herminia Luque ha pisado firme y sin altibajos en el mundo de la literatura desde sus comienzos. Tiene un estilo propio, maestría exquisita en el lenguaje y una visión esperanzadoramente feminista en todo cuanto toca. Las mujeres se rebelan en sus novelas, sean del siglo que sean, así nos ha llegado Isabel II esta vez, para contarnos que fue denominada por los cronistas “heredero aunque hembra”. Vamos a desvelar los misterios que hicieron de Isabel II la reina más esperada en sus comienzos a la más odiada, viviendo en el exilio de París. 

 

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    ASOCIACIÓN VERDEVIENTO: Isabel II de Borbón, pocas veces una mujer ha provocado tantos sentimientos contrapuestos en la monarquía española. Nació marcada por un destino agrio, siempre expuesta a los deseos de los demás. Pasó de ser la más deseada a la más odiada. Herminia ¿Cuántas Isabeles hubo? 

    HERMINIA LUQUE: Hay muchas, desde la reinecita de ojos azules de trece años, utilizada como símbolo de un liberalismo pujante, a la mujer ultrajada y vilipendiada a través de caricaturas obscenas, a la que se echa del trono porque ya no le sirve a ninguna facción. Pero hay que separar la Isabel personaje histórico, y la Isabel personaje de ficción, que es la que he imaginado, que pueden coincidir o no. Yo la he pensado como una mujer generosa y cicatera a la vez, obtusa, posesiva, clasista, disfrutona, ingenua y dotada de cierta malicia, cierta listeza que es la que le permite sobrevivir, a pesar de todo. Una mujer con un miedo atroz a estar sola. 

    A.V.: La Historia siempre ha sido manipulada por los intereses partidistas. Si además un novelista busca conocer un personaje tan controvertido a través de sus biografías puede correr el riesgo de tergiversar o repetir errores biográficos. ¿Cómo cribaste la información sobre Isabel II para crear tu personaje? 

    H.L.: Acudí, sobre todo, a las dos biografías monumentales (“Isabel II. No se puede reinar inocentemente” e “Isabel II. Una biografía”, con sus novecientas páginas) de la mayor especialista en su figura que es Isabel Burdiel. Esta historiadora hace un análisis minucioso y lleno de rigor de su persona y de su reinado. También he leído a otros historiadores, como Germán Rueda o Manuel Espadas Burgos, y a autores que tienen un acercamiento anecdótico, como Carlos Cambronero. 

    A.V.: En tu novela “La reina del exilio” conocemos a una Isabel caprichosa pero cercana, con aires de matrona castiza. Una descripción muy parecida a la que nos dejó Pérez Galdós en su famosa entrevista de 1902. ¿Cómo preparaste esta parte humana de la antigua reina? 

    H.L.: Sí, claro, Galdós nos dejó un retrato muy compasivo de Isabel; trató de comprenderla. Yo también he tratado de entenderla, pero no quise convertirla en protagonista absoluta del relato porque se me hacía muy difícil expresar su individualidad. Cuanto más leía acerca de ella, más opaca se me volvía. ¿Qué pensaba en realidad? No creo que tuviese un pensamiento más rico y articulado que cualquier modistilla de su época. 

    A.V.: Tu anterior novela “Amar tanta belleza”, estaba ambientada en el s. XVII, con Madrid como escenario de las escritoras María de Zayas y Ana Caro Mallén y una intimidad compartida. Ahora saltas de Madrid a París y das voz a otras mujeres, no solo a la reina Isabel, a mujeres humildes que se criaron en orfanatos, en conventos y en casas de dudable reputación. Parece una constante en tus novelas reivindicar la parte social del personaje. ¿Qué sentimiento deseas despertar en el lector? 

    H.L.: No me planteo mis novelas desde un punto de vista emocional. Son retos lingüísticos, narrativos, de indagación. Quiero que el lector se sumerja en mis narraciones y encuentre estímulos suficientes para seguir leyendo. Y en cuanto a lo social, todos, incluidos los personajes, estamos influidos por las condiciones materiales de la sociedad en la que nos desenvolvemos. Los personajes de Henry James, por ejemplo ¿serían tan mortalmente delicuescentes, tendrían esa finura psicológica tan abrumadora si trabajaran como reponedores en un supermercado ocho horas al día? La galera o cárcel de mujeres que sale en la novela está llena, claro, de mujeres de las clases bajas. 

    A.V.: Pero empecemos desde el principio. La novela tiene dos escenarios (Madrid y París) y dos subtramas paralelas que finalmente se unen. En estas subtramas se relacionan personajes muy diversos. Háblanos de ellos, de los reales y ficticios y de la importancia que todos tienen en la historia compartida. 

    H.L.: París es el lugar donde está el llamado de forma rimbombante “Palacio de Castilla”. Isabel, la reina exiliada, vive allí como en un trozo de España minúsculo; no vive en París. Ella habla y come en español. Madrid es la corte y es también la ciudad de los barrios populares, donde hay muchas mujeres pobres abocadas, ellas sí, a tristes destinos, a vidas miserables que no le importan a nadie. Teresa es una niña abandonada a su suerte que, sin embargo, resiste y es capaz de buscar un futuro menos hosco del previsible. Julio es un personaje seductor y lleno de secretos; secretos que son, como dice el verso de Julia Uceda, nuestro hogar, lo que nos define. Isabel es una mujer que no soporta bien carecer de poder, carecer de amor. 

    A.V.: Decíamos que Madrid era uno de los escenarios de la novela. La Gran Vía, sus barrios humildes y establecimientos…Cuéntanos cómo era la capital en el tiempo en que se desarrolla tu historia. 

    H.L.: Es una ciudad contradictoria, no tan bien “destruida” como París, como se dice en la novela. Una ciudad que crece y se adapta al modo de vida burgués, pero que arrastra unas deficiencias crónicas en equipamientos y en viviendas, lo que se traduce en barrios con fisonomías más parecidas a las de un pueblo que a las de una gran capital europea. 

    A.V.: Si hay algo que te caracteriza es tu léxico, creando con habilidad un lenguaje rico, lleno de términos tanto cultos como castizos. ¿Cómo te enfrentaste al lenguaje vulgar madrileño del s. XIX? 

    H.L.: No he querido hacer una reconstrucción historicista del lenguaje popular de la época. Detrás, claro, está todo el Galdós leído. Pero no hay un prurito lexicográfico. He partido de la idea, también presente en Galdós, de que este lenguaje era una auténtica mescolanza de tradiciones autóctonas y de arcaísmos, con formas dialectales de acarreo de las personas que emigraban a la villa y corte. 

    A.V.:La reina del exilio” fue ganadora del Premio Edhasa de este año. Tu anterior novela ganó el Premio Málaga de novela 2015. ¿Crees que los premios ayudan a la promoción de la novela? ¿Seguirás presentándote a certámenes y nos darás una nueva sorpresa en el futuro? 

    H.L.: Los premios ayudan, pero no consolidan una carrera literaria. Hace falta un trabajo sostenido, cotidiano y, en ocasiones, ingrato. Y a veces se tiene la sensación de que hay que partir de cero, que cada novela es un reto y que nada está garantizado de antemano. Por ahora creo que no me presentaré a ningún premio; es un desgaste muy fuerte someterte a una evaluación tan rigurosa. Es casi como ponerte desnuda ante la mirada de terceros. 

    A.V.: No nos queremos despedir sin saber qué ocupa, en la actualidad, tu mesa de trabajo. ¿Nos puedes avanzar alguna cosa? 

    En mis mesas de trabajo (tengo dos, una para leer y escribir mis fichas y cuadernos a mano, y otra con el ordenador y la impresora) siempre hay torres de carpetas con proyectos, montañas de libros que me llevan a otros libros. Pero ahora estoy escribiendo ensayo. Con el ensayo investigo y aprendo, a la vez que trato de ordenar un poco el caos de lo sabido y de lo que nunca podré saber.

 


 

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