30 de octubre de 2020

Del Madrid galdosiano y el Galdós madrileño (Parte I)

 

 
Cuando hablamos del Madrid galdosiano nos referimos al retratado en sus obras, pero no es el caso de este artículo. El interés está puesto en cuatro lugares que el pueblo madrileño le dedica en tres siglos.
En cuanto al Galdós madrileño, la importancia está en su condición de vecino.
 
Del Madrid galdosiano
Caminando por la ciudad podemos identificar muchos espacios relacionados con las novelas de Galdós. Ahí está la Fontana de Oro, aunque no sea la original; la Plaza de Pontejos y la cava de San Miguel como escenarios de Fortunata y Jacinta; la iglesia de San Sebastián, de Misericordia y el Parque de El Retiro que Isidora conocerá como Parque de Madrid en La desheredada. Vago ejemplo de la inmensidad de lugares mencionados por el escritor, desde el barrio burgués hasta el más pobre, que conforman el Madrid galdosiano literario.
 
Dentro de ese Madrid galdosiano encontramos otros espacios que representan el homenaje del pueblo madrileño al insigne escritor a través del Ayuntamiento de Madrid. Estos son una calle, placas, el reconocimiento a sus méritos y dos obras de arte: el monumento esculpido por Victorio Macho y los trampantojos diseñados por Antonio Mingote.
 
En cuanto a las placas, la más reciente es de este año 2020, colocada en la cava de San Miguel, en el número 11, donde Galdós sitúa la casa de Fortunata. Cerca de ella, la referencia a Botín, placa colocada por la Cámara de Comercio en la década de los noventa del siglo pasado.
 
Comenzamos el recorrido por ese otro Madrid galdosiano.
 
Siglo XIX
Calle Pérez Galdós (entre las de Fuencarral y Hortaleza)
 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
En la sesión del Ayuntamiento del viernes 24 de febrero de 1899, y a instancias de los señores Díaz Valero y el conde de Vilches, se aprobaba la proposición para el cambio de nombre de las calles de las Beatas y del Colmillo por la de Antonio Fernández Grilo y Pérez Galdós, respectivamente.
 
En la Sesión del miércoles 15 de marzo se ratificó la proposición de cambio para estas calles, que quedó aprobada por unanimidad y sin discusión en el décimo Orden del día.

Más tarde, en Sesión del 14 de abril se autorizaba la nota de Secretaría por la que se anunciaba al público el cambio de nombre de las citadas calles y otras.
 
Nada más conocerse la noticia sobre la designación de calle de Pérez Galdós a la que había sido del Colmillo, la prensa dio su opinión, que no era otra que una contundente crítica al Ayuntamiento.

Como es lógico, muchos opinaban que Pérez Galdós era merecedor de una plaza o una avenida importante; sin embargo, otros echaban espumarajos por la boca al considerar una aberración la iniciativa del Ayuntamiento. Para esos, Galdós no merecía nada.

La sensatez llevaba a que algunos dudasen de si se trataba de un homenaje o un sarcasmo. Así, en el periódico La Reforma podían leerse párrafos como estos:
«Para un Pérez Galdós que, por fecundo y por genial, es el primer novelista de España en varios siglos, nos parece un ochavo moruno, una limosna insignificante el patronato que se le otorga sobre la insustancial y exigua calle del Colmillo.
Galdós merecía una calle de más fuste; pero si el mal de muchos es forzoso consuelo de todo agraviado, cuando tome D. Benito posesión de su calle, cerca tiene visibles testimonios de las injusticias históricas que la nomenclatura callejeril ofrece.»
Y era cierto. Independientemente del nombre de grandes próceres asignado a calles menores, se dijo que a Galdós la calle del Colmillo no le llegaba al diente. 

El Ayuntamiento de 1899 fue más congruente en la elección; digamos que hiló más fino. No por el tipo de vía, que, como hemos visto, quedaba pequeña para tan gran personalidad, sino por una referencia muy clara que está presente en Fortunata y Jacinta (dos historias de casadas) y a la que don Benito bien supo titular Final, que viene a ser el principio.

Hablo del Capítulo XI, último de la primera parte de la novela, cuando Jacinto Villalonga da cuenta a Juanito Santa Cruz de la presencia de Fortunata en Madrid.
«-En buen apuro me vi, camaraíta -dijo Villalonga conteniendo la risa-. ¿Se enteraría? Pues verás; otro detalle. Llevaba unos pendientes de turquesas, que eran la gracia divina sobre aquel cutis moreno pálido. ¡Ay, qué orejitas de Dios y qué turquesas! Te las hubieras comido. Cuando les vimos levantarse, nos propusimos seguir a la pareja para averiguar dónde vivía. Toda la gente que había en Praga la miraba, y ella más parecía corrida que orgullosa. Salimos... tras, tras... calle de Alcalá, Peligros, Caballero de Gracia, ellos delante, nosotros detrás. Por fin dieron fondo en la calle del Colmillo. Llamaron al sereno, les abrió, entraron. En una casa que está en la acera del Norte entre la tienda de figuras de yeso y el establecimiento de burras de leche... allí.» [Cap. XI-II, pp. 470-471]
 
Siglo XX
Monumento a Pérez Galdós (Parque de El Retiro)
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La tarde del 19 de enero de 1919 se inauguraba el monumento, obra del escultor palentino Victorio Macho costeada por suscripción pública. Galdós estuvo presente.
En nombre del pueblo de Madrid, el alcalde recibió el monumento para su custodia. Así queda ratificado en el Acta:  
 
"En Madrid, a XIX de enero de MCMXIX, en presencia del excelentísimo Ayuntamiento de esta villa y corte, se procedió por el excelentísimo Sr. D. Luis Garrido Juaristi, alcalde presidente, a la ceremonia de inaugurar la estatua del excelso novelista y dramaturgo don Benito Pérez Galdós, erigida por suscripción pública, y situada en el lugar del Parque de Madrid denominado paseo de los Pinos. La Comisión ejecutiva, compuesta por Victorio Macho, escultor y autor del monumento, y los escritores Serafín y Joaquín Alvarez Quintero, José Francés, E. Ramírez Ángel, Marciano Zurita y A. González Blanco, hace en el día de hoy solemne entrega de ella para su custodia a la expresada villa de Madrid.
Y para que conste firman este acta todos los asistentes a la ceremonia.
 
Durante la ceremonia la Banda municipal entonó los acordes de la Marcha Solemne, del maestro Villa. También se interpretaron notas del final de la ópera de Galdós y Arturo Lapuerta, "Zaragoza", estrenada el 5 de julio de 1908 en el Teatro Principal de Zaragoza.
 
 
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Lápida de homenaje (calle de Hilarión Eslava, 7)
 

 
 
 
 
 
 
 
La madrugada del domingo 4 de enero de 1920, en el hotelito de la calle de Hilarión Eslava, número 7, fallecía Don Benito María de los Dolores Pérez Galdós. El pueblo español, y en especial el madrileño, recibía desconsolado la triste noticia. 
 
Cuatro años más tarde, el 11 de noviembre de 1924, se verificó la inauguración de la placa que el Ayuntamiento colocaba en representación del pueblo. Es la única que se conserva de las otras dos que existieron en la casa.
 



 
Siglo XXI
Trampantojos de la calle de la Sal 
 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Cuando paseamos por Madrid y nos acercamos a la Plaza Mayor, estamos entrando en el epicentro del Madrid gadosiano. Señal identificatia de que allí nos encontramos son los trampantojos que adornan el muro del edificio esquinero de la calle de la Sal. Cuatro magníficas obras de arte creadas por el maestro Antonio Mingote inaugurados el 30 de noviembre de 2001.
 
Como lo hiciera Galdós, retratando una sociedad de marcados estratos, Mingote encaja esas dramáticas diferencias sociales en los cuatro balcones ciegos.

Siguiendo la elitista configuración de la vivienda burguesa del siglo XIX, va escalonando de mayor a menor, y de abajo a arriba, la importancia de los personajes según su categoría. Digamos que la burguesía, por comodidad y apariencias, establece un sistema piramidal invertido, donde el que está más arriba es el que menos posibles tiene.

Con la llegada del ascensor esto cambiará, pero, hasta entonces, el dueño de la propiedad habitará la planta principal (primer piso) y la servidumbre, o inquilinos con escasos recursos, vivirán en la última planta o bohardilla.

La planta baja se destina a locales comerciales, entrada de carruajes y portería. En ocasiones, el dueño de la propiedad tenía allí su comercio.

Los siguientes cuadros explican lo dicho, utilizando para cada ejemplo los trampantojos de Mingote fotografiados por Divina Aparicio.






El Madrid bohemio, el romántico y el burgués, amalgamados en el Madrid galdosiano, quedan perfectamente identificados en escenarios costumbristas cuyo motivo principal gira entorno a Fortunata y Jacinta (dos historias de casadas).

Pero no todas las casas eran burguesas. Galdós hace una minuciosa descripción de las viviendas habitadas por las clases menos favorecidas cuando habla de Barbarita Arnaiz. Casas que también se encontraban en los aledaños de la plaza, incluso aquellas que formaban sus muros.
«Nació Barbarita Arnaiz en la calle de Postas, esquina al callejón de San Cristóbal, en uno de aquellos oprimidos edificios que parecen estuches o casas de muñecas. Los techos se cogían con la mano; las escaleras había que subirlas con el credo en la boca, y las habitaciones parecían destinadas a la premeditación de algún crimen. Había moradas de estas, a las cuales se entraba por la cocina. Otras tenían los pisos en declive, y en todas ellas oíase hasta el respirar de los vecinos. En algunas se veían mezquinos arcos de fábrica para sostener el entramado de las escaleras, y abundaba tanto el yeso en la construcción como escaseaban el hierro y la madera. Eran comunes las puertas de cuarterones, los baldosines polvorosos, los cerrojos imposibles de manejar y las vidrieras emplomadas. Mucho de esto ha desaparecido en las renovaciones de estos últimos veinte años; pero la estrechez de las viviendas subsiste.»
Fortunata y Jacinta. Parte primera. Cap. II, 2

Otra referencia del estado de esas casas la tenemos en la parte cuarta (Cap. III, 7), cuando Fortunata acuerda con su tía vivir en casa de ésta.
«El cuarto que entonces tenía Segunda en aquella casa era uno de los más altos. Estaba sobre el de Estupiñá. (...) Fortunata vio el cuarto. ¡Ay, Dios, qué malo era, y qué sucio y qué feo! Las puertas parecía qué tenían un dedo de mugre, el papel era todo manchas, los pisos desiguales. La cocina causaba horror. Indudablemente la joven se había adecentado mucho y adquirido hábitos de señora, porque la vivienda aquella se le presentaba inferior a su categoría, a sus hábitos y a sus gustos. Hizo propósito de lavar las puertas y aun de pintarlas, y de adecentar aquel basurero lo más posible, sin perjuicio de buscar casa más a la moderna, quisiera o no Segunda vivir en su compañía. El gabinetito que ella había de ocupar tenía, como la sala, una gran reja para la Plaza Mayor. (...) Era menester blanquear la cocina, tapar con yeso algunos agujeros y enormes grietas que por todas partes había, empapelar el gabinete, que iba a ser su alcoba, y pintar las puertas.» 
 
A este otro Madrid galdosiano podríamos añadir una referencia más, con lo que tendríamos cinco. Sin embargo, aunque rinde homenaje al escritor en el callejero municipal, no es representativa de los escenarios utilizados por Galdós en Fortunata y Jacinta. 
 
 
Calle de Fortunata y Jacinta
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
En 2017 el Ayuntamiento cambiará el nombre de la calle General Orgaz por el de Fortunata y Jacinta. La arteria está ubicada en el barrio de Cuatro Caminos del distrito de Tetuán, entre las calles de Orense y de la Infanta Mercedes, con inicio en la avenida del General Perón, zona incompatible con los lugares recreados por Galdós en la novela.  
 
El Ayuntamiento confundirá el convento de las Micaelas, que no era otro que el Colegio o Asilo de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, con la parroquia de Santa María Micaela y San Enrique, fundada en 1941. Si bien, cercana a la zona, está la calle Dulcinea, de relevancia en la novela de Cervantes como lo son las que dan título a la novela de Galdós, se aleja de la cartografía de esta.
 
Además, cronológicamente, la historia de Fortunata y Jacinta se desarrolla entre la caída de la República y el comienzo de la Restauración, es decir, desde 1873 hasta 1876, cuando esa zona no estaba poblada.


Del Madrid galdosiano y el Galdós madrileño (Parte II) >

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