29 de octubre de 2020

Lorenza Cobián. Una biografía. Por Luis Verde Muntan (Parte I)

Uno de los mayores aciertos en el bienio galdosiano y para el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós, fue el título de la exposición inaugurada en la Biblioteca Nacional de España: Benito Pérez Galdós. La verdad humana. 

La verdad humana”, ningún otro título podría definir con tanto acierto a Don Benito; el hombre y sus circunstancias, el ser humano a través de su persona y de su obra. Ser excepcional que más allá de su genio creador era como el común de los mortales. Capaz de afrontar la adversidad que llega de la propia vida y de los adversarios, la existencia de Galdós fue tan extraordinaria como su monumental obra. 

Pero entonces aparecieron los que en su desconocimiento de lo humano solo vieron a un mujeriego, y en los casos de mayor ignorancia, a un maltratador. Afortunadamente, en este año de celebración, muchos han tenido que rectificar; sin embargo, otros lo han hecho en apariencia, porque continúan pensándolo. 

En un alarde de sabiduría monacal, sin arrojar ni un pedrusco por sus pecados, tienen la desfachatez de afirmar catedrática y categóricamente que Galdós fue mujeriego, no por ser heterosexual ni por enamorarse, sino porque en su vida hubo muchas mujeres. Las contabilizan y dan sus nombres, centrando su interés en aquellas por las que pueden ofrecer mayor morbo al público interesado. 

Sí, Galdós se enamoró varias veces; en ocasiones lo enamoraron, lo conquistaron. «Te quiero, te abrazo, y pido a Dios que estés hecho una torre de fuerte, aunque sitien esa torre dueñas libertinas y suspironas doncellas», le había escrito Emilia Pardo Bazán... creo que antes de la insolación. 

Nublada su mente por la pasión llegó a tener dos amores a la vez, igual que doña Emilia. Quizás no todos han vivido una experiencia similar, pero os aseguro que le puede ocurrir y le ocurre a cualquiera, y Galdós no tiene porqué ser una excepción. 

Lo peor es que en ese alarde de puritanismo pasan de soslayo por dos mujeres que también fueron importantes en la vida del escritor. Buscan centrar el interés en una jovenzuela de los tiempos del Benito púber, sin la que el renovador de la novela española y máximo exponente del Realismo en España no hubiese llegado a eso ni a nada. Esa parece la intención. 

Las dos mujeres a las que me refiero son Lorenza Cobián González y Teodosia Gandarias Landate, el principio y el fin. 

Para algunos sabios, la primera tiene como máximo valor el analfabetismo y su condición de modelo de artistas; la segunda, parece haber acabado convertida en una anécdota. 

En el salón de la casa de D. Luis Verde Muntan, bisnieto de Galdós, se ilumina con luz propia el retrato de Lorenza pintado por José María Fenollera. Hoy, gracias a la férrea voluntad de este heredero, el cuadro recorre España junto a otros tesoros que forman parte de la citada exposición. 

Muchas veces he conversado con Luis sobre Lorenza y Teodosia, y mucho nos hemos disgustado al volver a encontrar al Galdós mujeriego en artículos y opiniones. Somos ya veteranos en esto de vivir y pasamos de muchos temas, pero las injusticias, el hablar sin conocimiento de causa y las elucubraciones sobre la vida del autor decimonónico visto con la mirada hipócrita del siglo XXI no van con nosotros. 

 Por eso Luis Verde escribió una biografía de su bisabuela; por eso le pedí autorización para publicarla en este Encuentro Galdosiano. Porque Lorenza Cobián tiene una importancia relevante en la vida de Galdós y también después del fallecimiento de este. 

Lorenza, madre de María. ¡Cuánta importancia tiene esto! 

¿Cuál hubiese sido el destino de la obra de Galdós sin María? Cuando nos centramos en lo humano y lo verdadero; cuando conocemos la historia reciente de España y sus circunstancias, podemos encontrar respuesta a esta pregunta. 

La vida de Lorenza Cobián es fundamental. Es deber de los biógrafos e investigadores tenerla presente. 

Gracias a Luis Verde Muntan hoy podemos hacerla humana, conocer sus orígenes, sus años con Galdós, su pensamiento y mucho más. 

Eduardo Valero García

 

 

    La relación de D. Benito Pérez-Galdós con la villa de Las Arriondas o sus alrededores no se limitan a esas líneas que aparecen en su obra El amigo Manso, aquÍ destacamos solamente algunas de su capítulo II – Yo soy Máximo Manso: 

“Soy asturiano. Nací en Cangas de Onís, en la puerta de Covadonga y del monte de Auseba. La nacionalidad española y yo somos hermanos, pues ambos nacimos al amparo de aquellas eminentes montañas, cubiertas de verdor todo el año, en invierno encaperuzadas de nieve; con sus faldas alfombradas de yerba, sus alturas llenas de robles y castaños, que se encorvan como si estuvieran trepando por la pendiente arriba; con sus profundas, laberínticas y misteriosas cavidades selváticas, formadas de espeso monte, por donde se pasean los osos, y sus empinadas cresterías de roca, pedestal de las nubes. Mi padre, farmacéutico del pueblo, era gran cazador y conocía palmo a palmo todo el país, desde Ribadesella a Ponga y Tarna, y desde las Arriondas a los Urrieles. Cuando yo tuve edad para resistir el cansancio de estas expediciones, nos llevaba consigo a mi hermano José María y a mí. Subimos a los Puertos Altos, anduvimos por Cabrales y Peñamellera, y en la grandiosa Liébana nos paseamos por las nubes.”

    La relación de Galdós con Las Arriondas es más profunda de lo que la gente conoce, de allí era Lorenza Cobián González, uno de sus grandes amores, y su pareja durante muchos años, con la que tuvo dos hijos, uno fallecido al poco de nacer, y la otra María Pérez-Galdós Cobián, su única hija viva y heredera.

María Pérez-Galdós Cobián (1907)

    La biografía de Pérez-Galdós es bien conocida, pero no asi la de Dª Lorenza Cobián González. Lorenza, la cual ha sido vilipendiada por la mayoría de los que han escrito sobre ella, en parte por culpa de la poca información escrita que se tiene, de los silencios de Galdós a su vida particular, a los de la familia y a los de amigos más íntimos, así como por la subjetividad, ideología o ideas rancias ancladas en el pasado de todos los que han escrito sobre ella. Puesto el “San Benito” ya es difícil quitarlo, Galdós “Garbancero” o para Lorenza, como algunos que se dignan a recogerla, apuntan cosas como está: “Galdós fue un mujeriego crónico y solterón empedernido, sus aventuras galantes recorren la escala social, desde Lorenza Cobián, una asturiana modelo de pintor, analfabeta, a la que pone piso y con la que gusta llamarse Sisebuto, hasta la suntuosa y magnífica Emilia Pardo Bazán, admiradora, amiga, amante y deliciosa corresponsal. Sostuvo económicamente a varias mujeres y tuvo algunos hijos, pero ocultos”.

    Ya es hora de hacer pública algunos retazos más de la vida de Lorenza, esos datos familiares, que han sido transmitidos de generación a generación hasta los tataranietos del autor y que pasamos a contar: 

    Lorenza nace un 21 de mayo de 1851 en la casa familiar denominada el Gayan, es hija de D. Tomas Cobián y de Dª Josefa González. 

    El Gayan pertenece a la aldea de Bodes en el concejo de Parres y cuya capital es Las Arriondas. El Gayan está situada en la falda sur del monte más alto de la cordillera del Sueve, denominado Pico Pienzu. Es una de las tres casas más cercanas a la cumbre por esa ladera, en concreto la tercera desde el Fitu lugar de paso entre la ladera sur y la norte. Picu Pienzu tiene 1149 m de altitud, y dista 5 km de la costa, lo que le convierte en una de las cumbres más altas próximas al mar del mundo, con unas maravillosas vistas: al Norte, el Cantábrico y las localidades costeras asturianas desde Llanes por el Este hasta Gijón por el Oeste; en días muy claros la vista alcanza aún más lejos. Al Sur, la cordillera Cantábrica, con los majestuosos Picos de Europa, y en el intermedio, todo el rosario de pueblos interiores del oriente de la región, divisándose las montañas de los concejos de Ribadesella, Parres, Caravia, Colunga y Cangas de Onís. 


    La casa familiar era de piedra y madera, su tamaño era reducido y no muy alta, aunque constaba de dos alturas (En vida de su hija María fue convertida en cuadra, por lo que no se puede decir como era su distribución), estaba construida al suroeste del pequeño monte familiar, en terreno calcáreo ganado a esa mínima cumbre, con lo cuál la casa quedaba protegida al noroeste por esa ladera. Este es el momento para puntualizar que la familia se dedicaba a la construcción, trabajaban la piedra (eran canterus) y la madera, y por lo tanto es de suponer que la casa fue levantada por sus propias manos. La denominación el “Gayan” no deja dudas sobre cual era la principal dedicación de la familia, la construcción. La posesión familiar constaba de ese mencionado monte, ricamente arbolado, de una huerta, y un prado (prau) de rica yerba y maizal. 

    La posesión era pequeña, con lo cual la familia solo podría tener una o dos vacas lecheras, algunas gallinas y pitus. No obstante, la ubicación de la casa ponía a la familia en una situación privilegiada, estaban en la linde de los terrenos comunes del concejo, con un espeso bosque, por no llamarlo selva, pues casi no entraba el sol en días claros, rico en castaños, hayas, fresnos, abedules, avellanos, olmos, arces, tejos y pinos, con lo cual tenían madera al alcance de la mano (actualmente la zona esta desforestada, pero impresionaba hace medio siglo). La zona común del concejo también contaba con praderías y la majada del Bustacu, lo que permitía a la familia tener pastando libremente, con la marca de la familia, vacas para carne y algún que otro asturcón (caballo autóctono de los que aún quedan algunos ejemplares), y dada la situación de la casa ese ganado estaba más estrechamente vigilado que el de otros lugareños más alejados de la zona. Tampoco debía ser desdeñable la caza. 

    El clima de la zona, aunque suavizado por la proximidad del mar es húmedo, lluvioso y más frió cuanto más cerca se este de la cumbre de Pienzu, pero en un día soleado las vistas desde la casa son idílicas, se ve el valle y las montañas hasta Las Arriondas y justo enfrente los picos de Europa, y si a eso unes que las nubes estén mas bajas que la casa, agarradas al valle, sientes que estas cerca del cielo. 

    Pero remontémonos a mayo de 1851 y fechas posteriores. Lorenza abre los ojos en una pequeña casa, oscura, porque las ventanas y puerta son pequeñas, para guardar mejor el calor del hogar, seguramente cerca de la lumbre, pues los días aún son bastante fríos y húmedos, rodeada de hermanos que fueron creciendo a su lado y emigrando a las Americas, donde se les perdió de vista. El bebe no saldrá de la casa, salvo los días soleados y calidos, y seguramente dormito sobre la yerba los días calurosos del verano, bajo la sombra de la higuera que presidía la entrada de la casa, donde más niña seguro que escalaría para coger higos, como hicieron hasta sus biznietos, años más tarde. 

    Los padres de Lorenza debían trabajar duro, para sacar adelante a tanto rapaz, en un sitio rico pero duro y prácticamente aislado. Los crius mayores deberían de ocuparse de los pequeños y hacer labores en la posesión, integrándose más y más según crecían. Los días cálidos y soleados seguro que era fiesta en la casa, con los pequeños corriendo por el prau calzando pequeñas madreñas o descalzos como corzos. Pero los días lluviosos y fríos, la mayoría del año, la casa les debería parecer a esos rapazes una cárcel. 

    Los Cobián según crecían pasaban de las labores de la posesión a acompañar al padre al bosque o a buscar el ganado libre por la montaña, eso les permitía investigar o escapar al Fitu para ver la mar de lejos y soñar con escapar. Las niñas más atadas a la casa tendrían menos oportunidades de hacer correrías, pero seguro que Lorenza cuando acudía a la fuente de matavaques para llevar agua a la casa, también se escapó al Fitu, para ver la mar, por cierto, el agua de esa fuente esta helada hasta en verano. 

    Las relaciones de los pequeños Cobián con otras personas se limitaban al trato con las gentes de las casas más próximas o con algún aldeano que pasara por allí para tratar con el padre y poco mas, sobre todo para las chicas, que no ayudarían al padre en las tareas de construcción. Solo los más mayores bajarían con el padre al mercado de Las Arriondas para hacer algún trato. Seguro que en su tierna edad no conocieron ni la iglesia o la escuela, pues estaban alejadas de la posesión, con lo cual su educación descansaba en lo que les enseñaran sus padres. No obstante, toda la familia acudiría a la fiesta de Bodes y a alguna otra romería, si el tiempo y el trabajo acompañaban. 

    Lorenza es llevada por sus tíos sin hijos a su casa de Santander, que la acogen como una hija. En esa casa deja a un lado su fuerte acento asturiano y el bable, es domesticada y pulida, formándose como mujer y aprendiendo incluso algunas letras. Estos familiares tienen la diligencia que une Gijón con Santander capital (No conocemos la fecha ni la edad de Lorenza, pero era ya una incipiente adolescente). 

    Cuando ella cuenta con más o menos veinte años y el veintiocho, es decir el verano de 1871 o posterior, conoce a D. Benito. Su hija María contaba que cuando su padre vio por primera vez a su madre, hizo una cosa rara en él, se jacto de quien era, y le pregunto a la chica si sabía quién era él y al oír su negativa, le dijo su nombre, pero ella quedo indiferente, ante esto él vanagloriándose le pregunto si no había leído algo suyo, y ella le espeto: ni suyo, ni de nadie, se poco de letras …(Los sabios que conocen la anécdota, no resaltan que Galdós ha tomado en ese instante a esa chica por una mujer que debía de ser culta, debido a su aspecto y presencia, sino que destacan que ella es analfabeta por no saber suficientes letras).

Postal escrita por Lorenza para su hija María. Madrid, 29 de abril de 1903

    Lorenza con su piel tersa y clara, su bonito pelo y una mirada clara, intensa y dulce, atrajo al mujeriego Benito, pero se sabe que lo que debió enamorarle ese verano fue su fuerte personalidad y simpatía. 

    El cuándo y el cómo consiguió enamorarla es secreto del sumario, si lo consiguió el primer verano que se conocieron, nadie lo puede decir. Lo que sí está claro es que Galdós regresa año tras año a Santander y ella esta con él, como amiga, novia o amante nadie lo puede decir, pues a la vela que los iluminó, no le pudimos preguntar. 

    De los tíos que la ampararon en su casa de Santander nada más se sabe. Caben dos posibilidades: 

- Que los tíos fallecieran y ella, a la que habían ahijado, liquidara el negocio familiar y con ese capital intentara comenzar una nueva vida en Madrid. 

- Que los tíos, disgustados, rompieran su relación con ella cuando quedo embarazada del primer hijo de Benito. De ese hijo sabemos que muere al nacer o al poco tiempo y esto afecta mucho al padre de la criatura. 

    Más o menos entre 1874 y 1876, dependiendo de lo ya comentado, Lorenza llega a Madrid. Benito amparara a esa amiga, novia o madre de su hijo, en esa capital que él bien conoce. Es bien conocido que Galdós, desde el comienzo de su relación con Lorenza, se ocupa de aumentar sus conocimientos y la ilustra. Seguramente fue Benito quien presento a Lorenza a los pintores de la época Arredondo, Emilio Sala, los hermanos Mélida, Pellicer, Apeles Mestres, Soler, Fenollera y que ella para ganarse unos dineros decidiera posar para ellos. De Fenollera es el cuadro de Lorenza, que ilustra esta biografía. Alfonso Fernández-Cid Fenollera, nieto del pintor, el cual publicará en breve un libro sobre “Fenollera”, en correspondencia con Luis Verde biznieto de Galdós, le dice: “Me ha llegado que Doña Lorenza había sido modelo de algunos pintores en Madrid, allí la pinto mi abuelo, y conociendo posteriormente a D. Benito y sabiendo de su relación con ella, suponemos que le regaló el retrato” 

    Ella con su propio capital, caso que hubieran fallecido sus tíos, o con la ayuda económica de Benito se acomoda en diferentes sitios de Madrid. A ella le gusta cambiar de vivienda, y la razón es que, en aquellos años, los pisos son pintados y arreglados cuando cambian de inquilino, y resulta barato tomar un carro de mano y transportar las cosas personales, otra razón es que el gasto en alquiler se puede acomodar al dinero que se tenga en cada momento. Esta costumbre de Lorenza la mantiene hasta su muerte y es muy probable que tanto cambio de domicilio aumentara la historia negra del Galdós mujeriego, ya que nadie puede dudar que fuera a visitarla asiduamente. 

    En los veranos Lorenza se trasladaba a Santander, donde, como es lógico, contaba con amistades, seguramente esas estancias coincidían con los traslados de Galdós a esa ciudad y desde allí visitaba a su familia en Bodes. 

    Es cierto que Galdós se enamoró de Santander en el verano de 1871 de la mano de Pereda, pero también allí conoció a su Lorenza. Y no sería un disparate pensar que, ella influenciara positivamente para que él volviera verano tras verano y se hiciera su casa en Santander “San Quintín”. Los estudiosos siempre ven la puesta en escena de los personajes de Galdós en Santander o Asturias, de la mano de Pereda y Clarín, pero nadie se ha fijado que a su lado tenia a una asturiana de Bodes, bien ilustrada sobre aquellos parajes y que conoce mil historias que cuentan los viajeros en la diligencia entre Santander y Gijón, asi que seguramente Marianela, El Doctor Centeno, El Amigo Manso, etc., tienen la huella de Lorenza. 

    La pareja como casi todas, han tenido en esos años sus problemas y altibajos, pero se les sitúa juntos en el Santander de 1890 y en la primavera de ese año, cuando ella cuenta con 39 años y él los 47 años, queda de nuevo embarazada. Ella no duda en ningún momento de que esta embarazada, pero dada su edad deciden consultar al médico sobre los primeros trastornos y este diagnostica que los mismos se deben a un tumor, Lorenza, muy suya, no toma en serio dicho diagnóstico y no toma medidas. Benito viendo su estado se queda a su lado en Santander, allí ella puede contar con su familia más próxima, como su hermana Dolores. 

    El 12 de enero de 1.891 Lorenza se pone de parto, el Certificación del Acta de Nacimiento (Se puede ver una copia en la Casa Museo de Las Palmas) nos dice que en Santander Una niña nació en la casa nº 24 piso 3.º, de la Cuesta del Hospital, a las diez de la mañana del día 12 del corriente. Que es hija ilegítima de D. ª Lorenza Cobián, natural de Bodes, provincia de Oviedo, mayor de edad, soltera, dedicada a las ocupaciones de su casa y vecina de la del nacimiento, que es nieta por línea materna de D. Tomás Cobián Y de D. ª Josefa González, casados, labradores, naturales y vecinos de dicho Bodes, y que a la expresada niña se le había de poner el nombre de María". 

 

María y Lorenza Cobián

    El padre cuando ve que todo está bien realiza un viaje relámpago y regresa a los pocos días al lado de de Lorenza y de su hija para pasar los siguientes meses a su lado, hasta que la niña prospere y se puedan trasladar de nuevo a Madrid. Galdós mientras se ocupa de su obra Ángel Guerra (1890 – 1891) y cosa curiosa aparecen dos Lorenzas como personajes, Lere y aquella vecina que se enfrenta al padrastro de esta y le da cuatro pescozones. 

    Benito intenta en varias ocasiones casarse con Lorenza, pero esta se niega, pues aduce que cuando la gente se casa se pierde la ilusión y el amor se corrompe, quizás en su fuero interno le asustaba enfrentarse a la familia de Galdós. También le niega a que María sea reconocida como hija por él, pues teme perderla.

 

Lorenza Cobián. Una biografía (Parte II) >

 

 

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