Existe una relación directa entre la moda femenina y las novelas de Benito Pérez Galdós. Independientemente de los conocimientos del escritor sobre el vestir de las damas, parte de su obra, incluidos los Episodios Nacionales hasta 1896, fue impresa en los talleres de La Guirnalda, periódico quincenal «dedicado al bello sexo». En 1873 Galdós colaborará en esta revista femenina con una serie de artículos que sumaban la parte literaria a otros de enseñanza, religión y labores.
De París llegaban las últimas novedades a través de El Correo de la Moda, revista con bonitas litografías a color. Son las que ilustran el artículo que nos ofrece para el Encuentro Galdosiano la escritora y periodista Maribel Orgaz.
Los zapatos rojos de Diana, en el cuento Celín o el precioso vestido color melocotón de Rosalía Pipaón en La de Bringas y el traje rojo de Eloísa en Lo prohibido; las botas amarillas de Mauricia la Dura; los corsés, las joyas de pelo y el collar de haba. Las novelas de Galdós están llenas de una minuciosa atención a cómo vestían las mujeres de su tiempo.
El corsé o las batas desgatadas para estar en casa, el polisón o los metros de tela desplegados junto a la costurera. Las mujeres galdosianas de cierto nivel social pasean vestidas por sus novelas con una ropa quizá maravillosa y espléndida pero a menudo criticada por él mismo, por oprimirlas tanto física como espiritualmente.
En ese cuento fantasioso que es Celín, su protagonista desesperada por la muerte de su prometido piensa en suicidarse tirándose al río. Sale a la calle con un manto de tapada que sólo le permite ver por un ojo. Lleva medias y zapatos y su ropa no está pensada para una mujer que anda de un lado a otro. Por el camino al río, conoce a un joven y en un gesto simbólico se descalza y pisa los charcos con alegría. En sus páginas, las ropas de las que Diana se va deshaciendo simbolizan los prejuicios de su clase social: conoce a un joven pobre del que se enamora, ambos atraviesan la ciudad y duermen en las ramas de un árbol vestidos con una especie de túnicas, cómodas y holgadas.
De todas las prendas que las mujeres tuvieron que librarse poco a poco para poder practicar deporte, dar grandes caminatas e incluso respirar destaca el corsé al que se atribuyó no sólo indigestiones o hemorragias internas sino un permanente jadeo por cualquier actividad cotidiana que no fuera estar casi en reposo. No es de extrañar que los médicos, cuando una mujer enfermaba recomendaran paginación que podían hacer sentadas en la silla pasando las hojas o progresión en carruaje, subirse a un coche de caballos y darse un paseo. Las mujeres burguesas que retrató Benito Pérez Galdós creían que la polca provocaba hemorragias porque era un baile un poco más agitado que el rigodón, por poner un ejemplo. Lo cual no es de extrañar si se oprimían el torso hasta disminuir la capacidad de respiración.
La experta galdosista Marta Blanco afirmaba en una exposición sobre la indumentaria en las novelas de Galdós:
"... él basó sus personajes en la descripción que formula desde el rostro hasta el cuerpo, y en éste se recrea magistralmente. El propio autor ha legitimado su discurso de la moda en obras como Fortunata y Jacinta como uno de los resortes que mueve el mundo”.
Maribel Orgaz
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