EL CRIMEN DE LA CALLE FUENCARRAL EN LAS NOVELAS
Aunque en sus memorias lo refiera de una manera un tanto displicente, Baroja también se interesó por este crimen y además de haber cruzado unas palabras con Higinia en los pasillos del Hospital Provincial, vio su ejecución desde los desmontes cercanos a la cárcel Modelo, donde se agolpaban miles de personas. En sus recuerdos sobre los hechos, en los que afirma ser de la opinión de los sensatos, aquellos que creían en la culpabilidad de Higinia y no en la del hijo de la víctima, Baroja hace una referencia a Galdós y a las novelas escritas en relación con este hecho, que según su criterio, o lo que le habían comentado, no habían conseguido su objetivo:
“Dijeron que Galdós quiso aprovechar aquel ambiente, y que hizo dos novelas, La incógnita y Realidad, queriendo buscar un paralelismo novelesco con el hecho sensacional de la calle; pero luego me aseguraron, no había tal cosa; lo que ocurría era que en uno de estos libros se hablaba de un crimen famoso como el de la calle Fuencarral” (Baroja, 2006:359)
Por todos es conocida la animadversión que Baroja tenía por Galdós en los últimos años de su vida, que se manifiesta aquí al igual que en otras ocasiones que se refiere al escritor canario, y hay que señalar que esta apreciación barojiana está equivocada en diversos puntos, el más sencillo de constatar es que don Benito había incorporado este suceso, tan popular en la sociedad madrileña, no en una sino en tres obras, si tenemos en cuenta Realidad drama, y que lo había hecho desde una perspectiva personal en la que el crimen era un elemento más en el conjunto narrativo de la novela que le permitía reflejar el momento de desarrollo de ésta, y, a la vez, era un punto de partida para hacer de una incógnita el núcleo fundamental de un argumento literario.
Aunque no vamos a hacer un análisis profundo de la relación entre el crimen y la gestación de las novelas, o la influencia de éste en su desarrollo, si queremos apuntar que el suceso está profundamente imbricado en la génesis de ambas obras, y que el famoso crimen de la calle Fuencarral forma parte de las mismas, bajo el nombre del crimen de la calle del Baño[7]. Al incorporar los trágicos sucesos a La incógnita y Realidad, Galdós no sólo cambiará el nombre de la calle donde tuvieron lugar los hechos, sino que también transformará a los personajes: la víctima no será una viuda de mediana edad, sino una joven con su hijo, y los sospechosos el mayordomo, en lugar de la criada, y la madrastra en vez del hijo. El asesinato y los involucrados en él mantendrán el interés del público y de la prensa que se dividirán en dos bandos a favor de uno u otro encausado, y que contarán con partidarios y detractores, dando lugar a curiosos enfrentamientos y discusiones en la tertulia de los Orozco. La situación comentada por Infante en La Incógnita y la que podemos observar en Realidad, es la representación literaria de lo que ocurría socialmente en esos meses de 1888, cuando se descubre el suceso y sus múltiples implicaciones, sean estas reales o inventadas, pero sobre todo alimentadas por la opinión pública y la rumorología.
En ambas novelas, donde los comentarios sobre las irregularidades, escándalos y miserias del país son numerosos, se puede apreciar, la repercusión en la sociedad de un determinado hecho delictivo y el interés del público hacía éste, que percibimos a través de las tertulias de la alta sociedad madrileña, donde se discuten todos los pormenores que aparecen mencionados en los periódicos, y cada uno de los asistentes defiende al que cree inocente o critica al que cree culpable, a la vez que es posible observar como el crimen y el juicio se convierten en espectáculo, así como el papel jugado por la prensa, que al igual que ocurre con el crimen real, se parece al periodismo actual y mediático, por el gran seguimiento de la noticia y de sus personajes. Pero en el transcurso de las novelas, también podemos advertir como algunos van mostrando su cansancio ante la reiterada expectación y curiosidad que el suceso causa, fastidio que igualmente se aprecia en los últimos artículos que el escritor dedicó al popular asesinato.
En La Incógnita, además de la referencia al crimen de la calle del Baño y a los comentarios y reacciones sociales suscitados por éste, Infante, a partir de la carta XXIX, informa a su corresponsal de los problemas planteados por la aparición del cadáver de Viera —que se suman a su investigación particular, descubrir quién es el amante de Agusta—, así como de la complejidad del caso, y de las preguntas que suscita: ¿se trata o no de un crimen?, ¿cómo se sucedieron los hechos?; añadiendo a estas cuestiones algunas observaciones sobre la opinión pública; sobre las distintas versiones que recorren las calles de Madrid, o cómo Cisneros arregla que el suceso sea declarado suicidio … y de otras situaciones, que en conjunto vinculan este nuevo misterio, que afecta de forma particular a los protagonistas de la novela, con el otro que atañe a la sociedad; en definitiva, el narrador, pone en relación la oscura muerte de Federico con el ininteligible asesinato que tiene preocupado a todo Madrid, y pone de manifiesto como ambos son parte de un enigma que como el crimen real de la Calle Fuencarral no llega a aclararse del todo.
Por último, quisiera señalar que, en sus artículos de julio y agosto de 1888, sobre este conocido suceso, es posible encontrar diversas opiniones de Galdós que evidencian como se iba gestando La incógnita. Como ejemplo podríamos mencionar, en su artículo del 31 de Julio, la alusión al sujeto desconocido relacionado con Higinia, y que denodadamente buscaba la justicia, que nos hace pensar en “X”, personaje ignorado y fundamental en el desarrollo de la novela:
“En este punto se inicia la aparición de un nuevo personaje, que parece llamado a desempeñar papel importantísimo en este sangriento drama. Es un sujeto desconocido, un alguien, una X, que el juez y la opinión repetían sin tener noticias de él…” (Pérez Galdós, 2002: 21)
O el comentario sobre la situación en que se encuentra el crimen en el mes de agosto, que es, a la vez, un resumen perfecto del argumento de La incógnita: “Todo se vuelve conjeturas más o menos razonables, cálculos y estudios psicológicos de los personajes del drama, sin llegar nunca a desentrañar el argumento” (Pérez Galdós, 2002: 28)
ULTIMOS MOMENTOS DE HIGINIA QUE NO CONTÓ GALDOS.
Ya he señalado que no deja de llamar la atención que don Benito, después de comunicar la sentencia del celebre crimen a sus lectores americanos, no volviera a hacer ningún comentario al respecto sobre el mismo, aunque, al parecer, junto a otros nombres importantes de la sociedad española, pidió el indulto para Higinia Balaguer, hecho que no es de extrañar, porque en su última crónica mencionaba lo duro que le parecía el castigo, a pesar de creer en su culpabilidad. Pero aunque el escritor canario en esta ocasión no tratase el tema, la prensa igual que había ocurrido durante el descubrimiento del asesinato y el posterior juicio oral, siguió llenando las páginas de los periódicos en los días previos a la ejecución de Higinia; y a través de esta fuente podemos conocer como trascurrieron los dos últimos días de vida de la infeliz, como es denominada en los periódicos. Hasta el último momento se pidió y esperó el indulto, y en los diferentes diarios se da cuenta de cómo se sentía, e incluso como vestía Higinia. En general se resalta una característica personal que Galdós había mencionado en varias ocasiones: su entereza ante la situación, aunque tuvo distintos accidentes nerviosos, en el día previo a la ejecución.
Los últimos momentos de la acusada, que fueron vistos por más de catorce mil personas, son descritos con cierto detalle en los diarios que comentaron como iba vestida con la negra hopa, sobre la que destacaba el escapulario con cintas verdes de la Cofradía que la acompañaba y como cubría su cabeza con un pañuelo blanco con lunares. Higinia subió resueltamente hasta el sexto escalón a partir del cual tuvieron que ayudarla. Al llegar a la parte superior y sentarse en el banquillo, insistió en acusar a Dolores: “muero inocente, pues fue la Dolores…” y en manifestar su arrepentimiento. La muerte de Higinia se produjo a las ocho y un minuto. En cumplimiento del Código penal el cadáver quedó expuesto públicamente hasta las cinco y cuarto de la tarde. La Cofradía, que la asistió en los últimos momentos, será la encargada de preparar el féretro y organizar el entierro que se celebró esa misma tarde a las siete menos cuarto en el cementerio del Este. Poco después de la ejecución, dos ciegos, acompañados de su correspondiente cartelón y de una guitarra, recorrían las calles de Madrid, entonando la Relación en verso del crimen horroroso.
Entre los numerosos espectadores que presenciaron el trágico final de la mujer que había sido la criada de Luciana Borcino, no sólo estaban las clases más populares, ya que otros asistentes más elegantes se pasaban los gemelos de mano en mano, para apreciar el rostro de Higinia en esos últimos momentos. Baroja, en sus memorias, describe la ejecución de la principal acusada, que presenció entre los múltiples curiosos, y en sus breves renglones se trasmite todo el horror que conlleva la pena de muerte:
“Hormigueaba el gentío. Soldados de a caballo formaban un cuadro muy amplío. La ejecución fue rápida. Salió al tablado una figura negra. El verdugo le sujetó los pies y las faldas. Luego los Hermanos de la Paz y la Caridad y el cura, con una cruz alzada, formaron un semicírculo delante del patíbulo y de espaldas al público. Se vio al verdugo que ponía a la mujer un pañuelo negro en la cara, que daba una vuelta rápidamente a la rueda, quitaba el pañuelo y desaparecía”( Baroja, 2006:359)
Emilia Pardo Bazán asistió al ajusticiamiento y escribió un artículo que se publicó en El Imparcial el día 20 de julio, en el no habla de los sucesos presenciados, sino que elabora una serie de reflexiones que fundamentalmente se convierten en un alegato en contra de la pena capital y en la falta de sentido de ésta. Asimismo Dª Emilia publica una carta de rectificación negando que ella hubiera visitado a Higinia estando la condenada en capilla, como habían publicado algunos periódicos, ni que en ningún momento hubiera pretendido hacer esta visita, arguyendo que no conocía a la inculpada y que ningún consuelo la hubiera producido su presencia.
CONCLUSIONES
Nos hemos aproximado a un hecho trágico que conmociono a la sociedad decimonónica finisecular madrileña, y de una forma somera a los comentarios, reflexiones, y recreación artística, que tan trágico suceso sugirió a un escritor tan importante como Galdós. A través de la descripción de los personajes implicados, de la narración de los hechos, y del análisis de su amplia repercusión, el escritor canario perfila un esbozo de la España de finales del siglo XIX, dejándonos un retrato de ella igual que hizo del perfil de Higinia Balaguer, y a través de sus artículos podemos conocer en profundidad esa España finisecular, y saber más de la justicia y del sistema penal, de su funcionamiento y su aplicación.
Al examinar este suceso, que con el paso del tiempo ha tomado rasgos de ficción, también nos aproximamos a la víctima, a los implicados y a Higinia, por la que Galdós siente ese interés y rechazo que se trasluce en sus crónicas, y también a su ajusticiamiento, que a pesar de ser un acto tan definitivo no llegó a cerrar de forma concluyente el caso; porque pese al amplio sumario, a los numerosos testigos, a la absolución de los dos implicados varones, a la condena, muy diferente en su rigor, de dos de las acusadas, así como a la ejecución a garrote de una de ellas, siempre que indagas en este suceso queda la impresión de que la Justicia se aplicó de una forma incompleta, y se mantiene la pregunta, aun a riesgo de ser incluido entre los insensatos, de quien o quienes, además de Higinia y Dolores estaban tras el crimen y también porque calló la principal acusada, porque como comentaba Galdós refiriéndose a su última declaración: “se comprende que los criminales mientan para librarse del castigo; pero no es verosímil que mientan para echarse en brazos del verdugo”(Pérez Galdós,2002:45); pero, sobre todo, porque a pesar del definitivo castigo de Higinia y del tiempo trascurrido se mantiene la sensación de que nunca se supo toda la verdad sobre lo sucedido.
NOTAS [7] Sobre la relación del crimen de la Calle Fuencarral con estas obras, hay dos interesantes artículos de Denah Lida y John H. Sinnigen. |
BIBLIOGRAFÍA Baroja, P. 2006. Desde la última vuelta del camino, I, Memorias. Barcelona: Tusquest Editores
Lara, A.1984. El crimen de la calle Fuencarral, Madrid: Ediciones Albia.
Lida, D. 1973. “Galdós entre crónica y novela” en Anales Galdosianos, VIII, Texas: The University of Texas, pp. 63-77 Pardo Bazán, E. 1890. “Impresiones y Sentimientos del día diecinueve” en El Imparcial, Madrid, 20 de Julio, s/p. Pérez Galdós, B. 2002. El crimen de la calle Fuencarral. El crimen del cura Galeote, (edición Rafael Reig). Madrid: Rescatados Lengua de Trapo. Pérez Galdós, B. 2004. La Incógnita. Realidad, (edición Francisco Caudet). Madrid: Cátedra. Pérez Galdós, B. 2016. Correspondencia, (edición, introducción y notas de Alan E. Smith, María Angeles Rodriguez Sanchez y Laurie Lomask). Madrid: Cátedra. Sinnigen, J.H.1995. “Historias nacionales y pasionales: La incógnita y Realidad” en Actas del Quinto Congreso Internacional de Estudios Galdosianos I. Las Palmas:Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, pp. 283-290 VV.AA. 2002, Literatura y Crimen. Fascinación y Derecho. Cádiz: Diputación de Cádiz PRENSA El Imparcial, Madrid, 1888-1890 El Resumen, Madrid, 1888-1890 |
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